Nunca se le puede llamar con desprecio ya que sus padres le dieron un nombre en diminutivo, astucia o buen corazón, no sé realmente… es fue uno de los detalles que me llamó la atención de ella, entre un conjunto de cosas que me despertaron un interés especial.
Desde la primera vez que la vi el tiempo pasó como cosas pasaron entre los dos, momentos que se resumieron en un noche en que le dije lo que pensaba y sentía ante lo cual ella correspondió con algunos besos solitarios entre la negación y el juego de lo prohibido considerando que ella es protagonista de un largo noviazgo con un tercero (en realidad primero), pero que interpretando sus palabras se ha convertido en una relación fría, monótona, falta de emoción y que ha sembrado en ella el miedo al cambio, impidiéndole dejar lo que no funciona por miedo a lo nuevo; lo más triste es que ha asumido una postura tan longeva sin aun llegar a los 30.
Un día decidí invitarla a salir nuevamente y ella me pidió que salgamos ha desayunar, pero no a cualquier lugar sino a Lurín a comer rico y frescos chicharrones, así que un domingo muy lluvioso me toco esperarla en una calle cerca de la carretera para dirigirnos al destino acordado. Desayunamos lejos de todo, en el kilómetro 32 de la Panamericana Sur en una mezcla de romanticismo rústico con un deseo de no ser encontrado. Disfrutamos del momento con la confianza de saber guardar un secreto y posteriormente caminamos dejando pasar el tiempo por nosotros pero posteriormente note su preocupación cada momento que veía el reloj al punto que cada vez nuestros pasos se veían obligados ha acelerarse regresando antes del mediodía mientras que ella temía que yo deseara dejarla en su casa, pero le aclaré que no se preocupe porque mi intención no era meterla en problemas.
Desde la primera vez que la vi el tiempo pasó como cosas pasaron entre los dos, momentos que se resumieron en un noche en que le dije lo que pensaba y sentía ante lo cual ella correspondió con algunos besos solitarios entre la negación y el juego de lo prohibido considerando que ella es protagonista de un largo noviazgo con un tercero (en realidad primero), pero que interpretando sus palabras se ha convertido en una relación fría, monótona, falta de emoción y que ha sembrado en ella el miedo al cambio, impidiéndole dejar lo que no funciona por miedo a lo nuevo; lo más triste es que ha asumido una postura tan longeva sin aun llegar a los 30.
Un día decidí invitarla a salir nuevamente y ella me pidió que salgamos ha desayunar, pero no a cualquier lugar sino a Lurín a comer rico y frescos chicharrones, así que un domingo muy lluvioso me toco esperarla en una calle cerca de la carretera para dirigirnos al destino acordado. Desayunamos lejos de todo, en el kilómetro 32 de la Panamericana Sur en una mezcla de romanticismo rústico con un deseo de no ser encontrado. Disfrutamos del momento con la confianza de saber guardar un secreto y posteriormente caminamos dejando pasar el tiempo por nosotros pero posteriormente note su preocupación cada momento que veía el reloj al punto que cada vez nuestros pasos se veían obligados ha acelerarse regresando antes del mediodía mientras que ella temía que yo deseara dejarla en su casa, pero le aclaré que no se preocupe porque mi intención no era meterla en problemas.
Sigue pasando el tiempo y un solitario beso fue el testigo de algo que aun no sucede, algo que ella se esmera en ignorar y yo mientras tanto asumo el hecho de que un día ya no nos veremos más mientras ella siga negando y prohibiéndome hablar de esto, es por ello que publico esta foto de la siguiente manera quizás como protesta o solo para dejar las cosas claras.
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